La era de la motosierra: memecracia y criptogobierno - Boletín # 73
Además: Alianza de contenido entre ChatGPT y The Guardian | El impacto del fact-checking en las Notas de la Comunidad
Por: Carlos Cortés*
Este texto apareció originalmente en la Red de Expertos en Democracia y Tecnología de Linterna Verde en alianza con La Silla Vacía.
En corto ⚡
La entrega de la motosierra de Javier Milei a Elon Musk en la CPAC es la postal de coronación del tecno-determinismo distópico, una era en la que el desmonte de lo público se presenta como innovación y sentido común.
Musk y su agencia DOGE difunden mitos sobre el gasto público mientras acceden a bases de datos masivas, en una mezcla de intereses comerciales y decisiones políticas.
Capítulos como el de la criptomoneda promovida por Mieli, muestran cómo la respuesta a la crisis de las instituciones por parte de movimientos alternativos se sostiene en un sistema sin transparencia ni medidas de control.
En un universo paralelo, la escena de la Conferencia de Acción Política Conservadora sería la parodia de unos villanos venidos a menos; una dupla callejera recogiendo propinas a cambio de la risa nerviosa que produce el ridículo ajeno. Pero en este presente, en el planeta Tierra del capitalismo tardío y decadente, esto es serio. Los malos son buenos y el poder desbordado es el cambio prometido. El chiste no se cuenta solo.
Javier Milei le entrega una motosierra a Elon Musk, el magnate y trol ubérrimo, el ama de llaves del gobierno gringo, el dueño del megáfono, de los satélites, de los carros eléctricos y de los cohetes. Musk luce gafas oscuras bajo techo: es el DJ y coreógrafo de la fiesta. Milei saluda obsecuentemente y sonríe tímidamente en segundo plano, cual hiena cachorro, con la esperanza de tener alguna participación en el banquete. Ya fuiste, amigo. En la tarima solo importa Musk, quien le agradece al botones argentino, levanta la herramienta y grita: "¡Esta es la motosierra para la burocracia!"
En la evolución de la especie del homo technologicus, Musk y Milei encarnan la coronación del tecno-determinismo distópico. Una visión que en la era digital se plasma en proyectos inescrutables e inescrupulosos. Un movimiento desplegado desde el Estado, parapetado en el interés público pero al servicio del negocio, y que agrupa por igual a incautos, ingenuos y malandros, y malandros que posan de ingenuos.
“Una visión determinista de la tecnología es común en los negocios y el gobierno, donde a menudo se asume que el progreso técnico es una fuerza exógena que influye en la sociedad en lugar de una expresión de cambios en la cultura y los valores”, escribe el filósofo Andrew Feenberg. Ninguna tecnología optimiza el bien común por inercia. Ningún agente es neutral frente al cambio tecnológico que implementa.
La revolución que presenciamos es el desmonte de lo público. Ya no digamos, simplemente, el fin de servicios, espacios y herramientas de todos; se trata de acabar con un sentido colectivo más básico: la posibilidad de entender. Si auscultar no es posible, exigir se queda en la lista de deseos. Si la rendición de cuentas no existe, el conflicto de interés se extingue por sustracción de materia.
El departamento de eficiencia que lidera Elon Musk tiene el mismo nombre de una criptomoneda que él ha promovido y en la que tiene inversiones –DOGE–. Empezó como meme, se volvió inversión y ya va en agencia estatal. No es lo mismo, pero es igual: la confusión se monetiza de cualquier forma. Su grupo de acólitos tiene acceso a bases de datos en toda la administración pública –millones de perfiles de ciudadanos como potenciales clientes–, y desde la Oficina Oval él habla indistintamente de sus negocios y de quienes los vigilan.
La trocha que abrió la motosierra de DOGE está plagada de errores y mentiras. Para justificar su tarea, Musk ha promovido toda clase de teorías falsas sobre gastos del gobierno, desde la compra de condones para Gaza hasta una supuesta financiación al New York Times. La contabilidad de los recortes, además, está inflada. Para no ir lejos, sacó pecho por un ahorro de 8.000 millones de dólares por la cancelación de un contrato que era en realidad de ocho.
Según Zeynep Tufekci, “el error está en tratar de situar a Musk solamente en el contexto de la política”. No se trata de un funcionario en busca de recortes eficientes: “Lo está abordando como un ingeniero, explotando vulnerabilidades integradas en los sistemas tecnológicos de la nación, operando como lo que los expertos en ciberseguridad llaman una amenaza interna”. El caso de Musk ilustra con lujo de detalles otra falacia del discurso tecnológico en el que cabalga. Con suficientes datos, recursos y código, podremos contrarrestar el riesgo humano. Lo oímos ahora, mientras él tiene acceso a la puerta trasera de todo el sistema.
Reemplazar el frágil factor humano también hace parte del núcleo narrativo del blockchain y las criptomonedas. Como explican Juan Diego Castañeda y Catalina Moreno, de Fundación Karisma, una de las motivaciones del bitcoin era que la tecnología volviera obsoleta la confianza. Los archivos descentralizados y la criptografía excluyen la necesidad del intermediario. La pregunta es si prescindir del banco es realmente el problema.
Esto nos trae de vuelta a Javier Mieli, ‘El León’, el superhéroe libertario, vengador de la casta y groupie de Donald Trump y Elon Musk. Pensando que estaba dando la cara, su entrevista sobre el escándalo de $Libra –la criptomoneda que promocionó desde su cuenta de X y que ahora se investiga como estafa millonaria– es en realidad un testimonio de estulticia y embuste.
Quien hoy afirma no haber estado “interiorizado” con el proyecto de $Libra, se reunió con sus promotores y fue el primero en difundirlo –pero jamás “promocionarlo”, según dice en su defensa–; quien hoy habla de los riesgos del mundo cripto, comparándolo con un casino o la ruleta rusa, antes vendía cursos para inversionistas. Y, más aún, quien es hoy el Presidente de Argentina, advierte que en su cuenta de X es un economista cualquiera.
El movimiento político que encarnan personajes como Milei y Musk ha explotado hasta el cansancio la falta de legitimidad de las instituciones. Como respuesta, nos ofrecen una fábrica de desinformación y desconfianza, parapetada en un evangelio de tecnología e innovación sin transparencia ni control. Sin embargo, como explica el teórico francés Paul Virilo, cuando inventas una tecnología inventas también su avería. Y ninguna configuración resuelve el ejercicio temerario del poder público.
*Carlos Cortés es director de Linterna Verde y productor de contenido de opinión y análisis.
Las reglas del juego
ChatGPT firma alianza editorial con el periodismo📰
Unos días atrás, OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, y Guardian Media Group, la compañía dueña del periódico británico The Guardian, anunciaron una alianza editorial.
Según acuerdo, los usuarios de ChatGPT—que suman aproximadamente 300 millones cada semana—recibirán respuestas ampliadas con contenido de The Guardian, al que la IA tendrá acceso directo. A su vez, el medio podrá utilizar la tecnología de OpenAI para desarrollar nuevos productos para sus lectores y su negocio.
Según el anuncio, cuando la IA incluya material de The Guardian en sus respuestas, se mostrará una atribución al periódico, un mecanismo que busca garantizar transparencia sobre el origen de la información.
La alianza es una muestra más de las posturas de distintos medios de comunicación frente a compañías de IA, que han sido acusadas de utilizar contenidos periodísticos sin retribuirlos. El caso de The Guardian se alinea con otros grupos de medios que también firmaron alianzas con OpenAI, como Grupo Prisa en España y Le Monde en Francia. Por el contrario, en Estados Unidos distintos grupos de medios han demandado a desarrolladores por incumplimiento del copyright.
Polo a tierra
El impacto del fact-checking en las Notas de la Comunidad 🔍
Las grandes plataformas de redes sociales, como X y más recientemente Meta, han optado por dejar de lado su trabajo directo con las organizaciones de fact-checking. Bajo su nueva estrategia contra la desinformación, son los usuarios, a partir de un sistema de consenso, quienes agregan contexto que ayude a aclarar si una publicación es falsa o engañosa.
Recientemente, un estudio de la Fundación Maldita.es reveló que a pesar del cambio de modelo, el trabajo de los fact-checkers sigue siendo un soporte relevante para controlar la desinformación. El estudio, que tuvo en cuenta más de un millón de Notas de la Comunidad propuestas por usuarios en X, indicó que las organizaciones de fact-checking son la tercera fuente más citada para estos fines, después de la propia plataforma y Wikipedia.
La investigación también evidenció que las notas que citan a organizaciones de fact-checking no solo tienen mayor probabilidad de ser consideradas útiles, sino que también se vuelven visibles con mayor rapidez. En promedio, aparecen 90 minutos antes que las notas generales.
A pesar de su efectividad, el 85% de las notas que citan artículos de fact-checking no son visibles en la plataforma, pues X determina su publicación según el consenso alcanzado entre los usuarios con distintos puntos de vista. Por esta razón, la investigación sugiere que se priorice la calidad de las fuentes sobre estos acuerdos, que muchas veces no se alcanzan.
Bajo los modelos comunitarios, las plataformas ya no remuneran directamente a las organizaciones de fact-checking por su trabajo, sin embargo, los resultados sugieren que se siguen beneficiando de sus verificaciones.
Aunque Elon Musk ha defendido el sistema, la relación con el trabajo de verificación parece incomodarle. La semana pasada, señaló que las Notas de la Comunidad estaban siendo manipuladas por gobiernos y la prensa tradicional, por lo cual debían ser “arregladas”.
En la Red 🕸️
Estos son los recomendados de la semana de la Red de Expertos en Democracia y Tecnología de Linterna Verde en alianza con La Silla Vacía:
Nuevo panorama en la regulación de la IA: Las directrices de Donald Trump apuntan a una IA “sin sesgos ideológicos”, un modelo que corre el riesgo de estar desconectado de problemas estructurales como la discriminación y la desigualdad social. Análisis de Lucía Camacho.
Posibilidades de la IA para la moderación en línea: “ChatGPT y los demás LLM están lejos de ser la solución para arreglar las redes sociales, pero pueden ser una herramienta útil para mitigar riesgos que existen en ellas”, escribe Emmanuel Vargas Penagos.