La irrupción de Milei en Argentina: medios y redes de la ultraderecha - Botando Corriente #42
Autor invitado: Martín Becerra | Además: Habla la copresidenta del Oversight Board| ¿Cómo va el nuevo modelo contra la desinformación de X?
Las reglas del juego⚖️
Un experimento de moderación de contenidos visto desde adentro
En una entrevista reciente en el canal de YouTube CHCH* y con el apoyo de Circuito, Catalina Botero, copresidenta del Consejo Asesor de contenidos de Meta –un organismo independiente que resuelve casos de moderación de contenido de la compañía–, abordó los principales retos de ponderar la libertad de expresión y la necesidad de arbitrar la actividad de los usuarios y el material problemático en línea.
Para Botero, quien fue relatora especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Consejo Asesor (conocido también como Oversight Board) tiene la responsabilidad de formar una doctrina robusta que pueda influir en moderadores, jueces y reguladores sobre cómo regular el debate digital desde la perspectiva de los derechos humanos.
Esta aproximación parte de la realidad de que no existen herramientas legales para atender oportunamente los riesgos que pueden generar los contenidos problemáticos –acoso, discriminación, violencia y vulneración de la privacidad, entre otros–. El asunto pasa también por la necesidad de diferenciar entre contenidos ilegales y aquellos que incumplen las normas de una plataforma. “Una cosa es un contenido ilegal, en virtud del cual una persona puede ser sancionada legalmente, donde debe haber un estándar mucho más alto. Pero en las redes sociales la sanción es mucho más leve: es la remoción de un contenido”, explica, resaltando que en algunas circunstancias estas medidas también pueden tener impactos estructurales en el debate público.
Haciendo énfasis en los dilemas de interés público y la relación con la democracia, Botero analizó algunos casos resueltos por el Consejo Asesor, como la insurrección en Brasil a comienzos de este año; los sesgos de la moderación durante la escalada del conflicto en Medio Oriente en 2021, donde se descubrió que la compañía era más restrictiva con las publicaciones en árabe en comparación con aquellas en hebreo; o las amenazas a la oposición que durante una transmisión en vivo profirió Hun Sen, el primer ministro de Camboya.
En este último caso, el Consejo le recomendó a Meta suspender la cuenta del mandatario. Como explica Botero, se trataba de un contexto en el que el único espacio que la oposición tenía para criticar al gobierno eran las redes sociales, por lo que el video podía tener un efecto intimidatorio. Sin embargo, la compañía no acató la recomendación y se limitó a eliminar el contenido. “Es natural que estos consejos de autorregulación, cuando son independientes, generen tensiones con la plataforma”, afirmó.
En la entrevista, Botero también se refirió a los retos que presenta la inteligencia artificial para la manipulación del debate público, y llamó la atención sobre la importancia de que las plataformas establezcan diálogos multisectoriales en los que participen organizaciones de la sociedad civil, verificadores de datos y periodistas para hacer frente común a las amenazas. “No creo que nuestro estado evolutivo nos permita vivir en un mundo en el que ya no podamos creer en nada”.
Mira la entrevista completa aquí.
*CHCH es un proyecto de Carlos Cortés, codirector de Linterna Verde.
La irrupción de Milei en Argentina: medios y redes de la ultraderecha
Por Martín Becerra*
La elección presidencial argentina se encamina a la segunda vuelta del 19 de noviembre entre el candidato oficialista Sergio Massa (peronista) y el opositor Javier Milei (ultraderecha). Es difícil subestimar lo que está en juego, porque los proyectos políticos de los dos aspirantes son antagónicos. Massa y Milei están separados por valoraciones del pasado y del presente, alianzas políticas, sociales y mediáticas, estilos de comunicación, usos de medios y redes.
Más allá de la incertidumbre sobre el resultado de esta contienda, la campaña de los meses previos confirma tendencias que ya registraron otros países con fuerzas radicalizadas de derecha que resetean la agenda política previa, condicionan el accionar del resto del arco de partidos y habilitan prácticas y discursos sociales ultras que antes quedaban neutralizados por consensos democráticos previos, hoy rotos. Sucedió y sucede con el bolsonarismo en Brasil, con el liderazgo de Donald Trump en Estados Unidos, con Vox en España y en otros países.
El común denominador es un ambiente violento que parece guionado por Russell T Davies, autor de la serie británica Years & Years: una creciente inestabilidad política y social azuzada por operaciones de desinformación y mensajes conspiranoides en redes socio-digitales, ante la pasividad, el aturdimiento y la mediocridad de instituciones y dirigentes democráticos.
Ahora bien, la inestabilidad y las operaciones de desinformación no son anónimas (como suele creerse) sino que son amplificadas, y en muchos casos producidas, por élites interesadas en lucrarse con un escenario caótico, lo que incluye a medios de comunicación tradicionales. Animadores de la opinión pública con años de presencia en radio, televisión y columnas escritas en la Argentina izan las banderas de Milei mientras rematan los jirones de su carcomida impostura independiente y profesional. La deontología periodística, que en paz descanse.
Las plataformas digitales, cuyo modelo de negocio en la economía de la atención promueve sistemas de recomendación de contenidos discriminatorios y mensajes de odio, juegan su partido: en plena campaña electoral, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo advirtió a Google Argentina sobre la “responsabilidad ética en el alojamiento, difusión y recomendación algorítmica de la información, especialmente cuando se trata de eventos tan sensibles como la dictadura militar”, dado que YouTube (y otras plataformas) alojan contenidos que niegan o subestiman los crímenes cometidos en ese período, “perpetuando una narrativa que contradice abiertamente la realidad y el sufrimiento que vivimos como sociedad".
Mientras que la carta a Google subraya que "es alentador saber que en países como Alemania, Google y YouTube han tomado medidas para prohibir contenido de este tipo en sus reglas de uso (como el contenido que niega o minimiza el Holocausto), reconociendo la importancia de no permitir que se difundan falsedades sobre eventos históricos tan trascendentales y dolorosos", las Abuelas de Plaza de Mayo preguntan “¿por qué Google Argentina no protege a los argentinos de la difusión de contenido negacionista que perpetúa el dolor y el sufrimiento de las víctimas y sus familias?".
La candidatura de Milei recrea el recuerdo doloroso de la dictadura finalizada hace 40 años, porque tanto Milei como –sobre todo– su pareja de fórmula a la vicepresidencia, Victoria Villarruel, siendo una novedad electoral, reivindican el terrorismo de Estado de entonces. La irrupción de Milei es, sin embargo, mucho más que eso.
Se trata de un economista que ha tenido gran exposición televisiva, una figura invitada durante la última década a programas de chimentos, paneles variopintos y ciclos de opinión política. Su histrionismo y sus excentricidades (dice hablar con sus perros muertos, se viste de motosierra para ilustrar promesas de ajuste socioeconómico) lubrican un dogma antiestatal repetido a niveles desconocidos para las grandes audiencias. Sus consignas de dolarización, su posición favorable al libre mercado de compra y venta de órganos, de niños y de armas y su desprecio a los sistemas públicos de educación y salud, se combinan con una retórica “anti-casta”, que responsabiliza por los problemas socioeconómicos de la Argentina a la “casta” política.
Su discurso, exaltado y gritón, expresa un antiprogresismo visceral, pues denigra las cuestiones de género, descree del calentamiento global y está contra los cuidados medioambientales, resucita la justificación de las Juntas Militares acerca de los crímenes de la dictadura y jura que cortaría relaciones con China y Brasil, dos de los tres principales socios comerciales de la Argentina, por tener gobiernos “comunistas”.
Milei condensa una tendencia previa de influencers, youtubers y cuentas con contenido antifeminista, xenófobo, antiprogresista, antiderechos laborales y ambientales y de exaltación de la violencia contra personas y grupos identificados como enemigos.
Después de la primera vuelta electoral del 22 de octubre, el expresidente Mauricio Macri y la excandidata derechista Patricia Bullrich –quien salió tercera– dieron su apoyo explícito a Milei para el balotaje. La movida de Macri arrastra a empresas de comunicación (como La Nación y el canal de TV LN+) y a conductores y periodistas notorios de poderosos grupos de medios que antes operaban a favor de la frustrada candidatura de Bullrich. Entonces, eran tildados de “ensobrados” (corrompidos) por Milei y hoy son arietes de su cruzada. Doble ironía: los ensobrados de ayer se unen a su agresor en la campaña de una candidatura que nació antisistema pero fue intervenida a último momento por connotados políticos de la “casta” como Macri o Bullrich.
Del otro lado está Massa, actual ministro de Economía en un país con más del 140% de inflación, aumento de la pobreza y la indigencia y una deuda externa descomunal. Ejemplar de lo que Milei llama casta, Massa acredita una larga trayectoria en las filas del peronismo (aunque en su primera juventud había participado de una agrupación liberal-conservadora).
Massa cuenta con el respaldo mediático de algunos grupos privados de menor influencia que los que apoyan a Milei, pero casi todos los movimientos sociales, sindicatos de trabajadores, instituciones académicas y científicas, muchos gobiernos provinciales y algunas organizaciones industriales militan a su favor. Además, claro, maneja el aparato del Estado.
Los días previos a la segunda y definitoria ronda electoral son testigo de intensos cruces de videos, memes y declaraciones que involucran incluso a las ‘swifties’ (seguidoras de Taylor Swift) y el Army de BTS (k-pop), contra Milei. También de campañas sucias ridiculizando al adversario, con ediciones profesionales y artesanales, circulan piezas de desinformación, sobre todo en el campamento del ultraderechista.
En redes se observa desinformación banal, como la afirmación de que Lionel Messi habría dicho que apoya a Milei (lo cual es falso), y otra muy grave, como la acusación de fraude en la primera vuelta electoral que ganó Massa. La ultraderecha argentina copia la deslegitimación del proceso de elección, fiscalización y control que ya realizaron Trump y Bolsonaro en EE.UU y Brasil al ser derrotados en las urnas.
En democracia los golpes bajos no sólo pueden doler al adversario –algo que se verá el 19 de noviembre– sino a la convivencia misma. Ese es el riesgo para una Argentina que cumple 40 años de continuidad constitucional.
*Martín Becerra es doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, investigador del Conicet de la Argentina y profesor de las universidades de Buenos Aires y de Quilmes. Dirige el Centro de Investigación en Industrias Culturales y Espacio Público (ICEP). Ha trabajado como periodista en diarios y revistas argentinos. Es consultor en políticas y regulaciones de medios y tecnologías de la comunicación, temas sobre los que ha escrito libros y artículos académicos. En X (Twitter) es @aracalacana
Polo a tierra
El nuevo modelo contra la desinformación en X empieza a mostrar sus limitaciones🔎
A finales de 2022, X, antes conocido como Twitter, implementó Notas de la comunidad, una apuesta para combatir la desinformación en la que usuarios voluntarios pueden agregar contexto a las publicaciones de la plataforma. Se trata de un modelo alternativo, tipo crowdsourcing, distinto a como las compañías de redes sociales han manejado este fenómeno tradicionalmente, es decir, apoyadas en el trabajo de organizaciones de fact-checking para marcar contenidos falsos o engañosos.
Aunque Elon Musk, el dueño de X, describió este mecanismo como un cambio radical para mejorar la fiabilidad en la plataforma, un estudio reciente de Valerie Wirtschafter y Sharanya Majumder, investigadoras del Observatorio de Internet de Stanford, pone en duda la eficacia a gran escala de este modelo en caso de que otras redes sociales pretenden emularlo.
Para que una nota se aplique a una publicación, es necesario que los mismos voluntarios concuerden y la califiquen como “útil”. De acuerdo con el documento, más del 80% de los colaboradores de las Notas de la Comunidad no han redactado una nota que haya sido calificada de esta manera. Asimismo, de las 52,000 notas analizadas en el estudio, solo el 7% fueron consideradas útiles.
Para las investigadoras, este tipo de modelos se enfrentan principalmente a dos tipos de desafíos: el creciente ambiente polarizado del ecosistema informativo –que dificultará que los voluntarios lleguen a consensos– y el auge de sistemas de IA, que limitan la posibilidad de identificar contenidos falsos.